Por qué la Macaronesia

 «Siempre han sido amadas de los dioses las islas perdidas en medio de los mares.»

Luis García de Vegueta.

 

MACARONESIA, Región insular del atlántico norte que agrupa e identifica los archipiélagos de Azores, Canarias, Madeira y Cabo Verde. Conocidas del mundo clásico, toman su nombre del griego antiguo: makarôn nêsoi, es decir: islas afortunadas. Han sido desde siempre islas prodigiosas y fascinantes, mítico y recurrente espacio para historiadores, geógrafos y literatos, jardín de las hespérides, patria de los bienaventurados, y son el marco de referencia para este trabajo.

La Macaronesia reúne y vincula a los pueblos de los archipiélagos atlánticos por estrechos lazos humanos, culturales y económicos desarrollados a lo largo de estos últimos seis siglos y cuya mutua influencia se hace patente, hoy en día, en el conjunto de sus respectivas realidades. Juntas conforman una entidad, que va más allá de las determinadas características naturales que las distinguen y se asienta en su interacción a lo largo de la historia y de los rasgos patrimoniales que las semejan, creando entre ellas un nexo insoslayable, por más que cada uno de los archipiélagos por separado tenga una personalidad e identidad propia.

Enclaves singulares, emergidos del fondo del océano, gozan de una situación de gran valor estratégica en el Atlántico desde el siglo XV, convertidas en eje del expansionismo ibérico, erigidas en estación de espera y soporte de las flotas de la carrera americana, y señaladas como importantes centros de comercio al ser escala obligada de las rutas que unen Europa, África y América.

Las islas de la Macaronesia están definidas por unas determinadas y determinantes coordenadas geográficas y vitales, situadas en la periferia de los centros de poder político y económico, han ejercido a lo largo del tiempo, de afanosa encrucijada de caminos y de fecundo crisol de pueblos y culturas. El devenir de este mismo proceso explica y justifica el permanente acomodo en estos territorios de las relaciones de la sociedad local con lo foráneo y que van de más o menos incomunicadas a otros episodios, también más o menos importantes, de prolíficas relaciones con el exterior. De igual manera, es preciso señalar que en general en las islas siempre privó entre las elites locales el afán por estar presentes en la hora global, mediante el impulso y aun el sostenimiento del contacto y el intercambio con otros focos de cultura y civilización.  Generando ese ecléctico y endémico mecanismo de asimilación, acomodo, provecho, integración, amalgama y mestizaje a lo largo del tiempo que bien pueden definir a las sociedades insulares.

La isla, las islas son, ciertamente, entes singulares, “alter orbis”, otro mundo. Donde la pluralidad y la fragmentación del territorio condiciona poderosamente la idiosincrasia del espacio vital, en el que se acumulan las particularidades y rarezas, donde la distancia marca el grado de dependencia, de relación o influencia, pero sobre todo donde las transferencias interculturales han encontrado su mayor y mejor acomodo.

El espacio insular genera, acoge y sustenta el cúmulo de las manifestaciones y producciones culturales de la isla. Todas ellas particularmente mediatizadas por la persistente presencia de la historia y las tradiciones, de manera que encontramos siempre en ellas una superposición de modos, prácticas, estilos y significados vueltos invariablemente sobre sí mismos.

El propósito de nuestro trabajo es poder comprender y explicar el vínculo y la interrelación entre el Patrimonio y un entorno tan determinado y determinante como es el territorio insular, en este caso referido a la Macaronesia. Así como el poder caracterizar los tipos y las correspondencias que en este sentido han mantenido y mantienen, de modo que se pueda adelantar una propuesta para una acertada explotación y una coherente e integrada gestión de los bienes y recursos patrimoniales de manera que contribuyan exitosamente al desarrollo sostenible de la isla y de sus habitantes.